ME SIENTO BRUJA


Esta entrada también surge por  una de vuestras preguntas en instagram (quiero contestarlas lo antes posible y así preparo mientras otras cosillas que llevan más trabajo): Si te sientes bruja cómo lo vives y si lo cuentas o no.
Esta pregunta es muy interesante y me encanta poder aclarar este tema. Como todo en esta vida es cuestión de perspectivas, creencias e ideas preconcebidas. Para mi la palabra bruja engloba una serie de sensaciones, formas de ver la vida y demás que ahora aclararé. Para mí el concepto bruja no es algo superficial, no es un personaje que adoptar, es simplemente una forma de llamar a cómo me siento que a mí me parece acertada y poética, que embellece mi vida y le aporta. 

Desde niña me llamaron alma vieja, creo que va muy ligado a esto. Para mí una bruja no es la que lleva sombrero, la que echa las cartas, la que pone velas, la que hace rituales e invoca espíritus, aunque todas esas cosas pueda hacerlas si así lo siente o quiere. Para mí una bruja es la que escucha a su intuición, a la vida, la que se sabe comunicar con la naturaleza, más que saber, la que recuerda cómo te comunicas con la naturaleza, la que recuerda el origen y lo siente. La que tiene una sabiduría profunda incluso sin ser muy culta, es una persona sensible y mágica, de esas con las que gusta estar, que el simple hecho de estar a su lado, escuchar su voz, leer sus palabras… sana, incluso sin que diga algo muy profundo. Creo que muchas abuelas tienen mucho de todo esto, quizá es que con cada generación vamos olvidando. Ser bruja no tiene por qué ver con el misticismo y la espiritualidad explícitamente, puedes serlo sin saber nada de esto, solo dejando que la magia fluya a través de ti. Mi abuela cada mañana abría las ventanas diciendo: “Que entre la gracia de Dios” ella decía ese mantra, era una orden, un deseo, eran unas palabras mágicas que no decía porque sí, ella creía realmente que hay que dejar pasar la luz para que limpie e ilumine cada parte de nosotros. No importa la forma en que se diga, no importa lo que se haga, las brujas saben de magia incluso sin ser conscientes de ello.
Durante muchos años ignoré esa parte conectada de mí hasta que un día, sin buscarlo ni esperarlo, me enfrenté a ello, se abrió un cajón y fue como estar ciega y comenzar a ver. En aquel momento las señales, las recurrencias, los guiños de la vida me resultaban espectaculares y evidentes, pero también empecé a pasarlo mal, no es fácil aceptar todo eso que sientes si parece cosa de locos. No digo que todo el mundo lo vea igual que yo, puede que mi propio recorrido y las personas que me han acompañado a lo largo de mi vida hayan potenciado esta forma de traducirlo todo en modo cuento por así decir, pero es la forma en la que mi cerebro procesa las cosas y las entiende, es como si la vida fuese un lio de cosas que no entiendo y “algo” me lo traduce en forma de cuento y ya lo comprendo.
Cuando no sabía qué me estaba pasando, qué eran todas esas sensaciones, todo eso que empecé a provocar en mí y en los demás la palabra bruja me asaltó, vino así de repente en un Mc Donald mientras le hablaba a mi padre sobre todo lo que me estaba pasando. Es curioso porque el ser una bruja es algo que me había acompañado desde niña sin darme cuenta, aunque fuese a modo anecdótico. Estudié en un colegio de Granada llamado Sagrado Corazón de Jesús, conocido popularmente como “las brujas” y mis amigos siempre me han dicho que era una bruja por acertar con mis predicciones e intuiciones. No soy adivina, no me malinterpretéis, pero sí tengo especial sensibilidad para captar a los demás, las situaciones y generar una visión sobre lo que sucederá. Cuando conozco a alguien veo algo más en esa persona de lo que muestra, es como si viese la energía que lo acompaña, puedo ver el gris tras la persona más sonriente y las malas intenciones de la que dice ser bienintencionada. Siempre veo más allá de todo y de todos y no es precisamente un don fácil de llevar, sobre todo cuando eres niña.

En definitiva, me considero un alma bruja, es decir un alma que eligió crecer vida tras vida, superar obstáculos y escoger la “opción difícil” para hacerlo de forma más consciente y efectiva. Me comunico bien con los animales, los percibo al igual que a las personas, desde niña, conseguí que una gata salvaje que vivía en el terreno de mis abuelos confiara en mí solo con la mirada ante el asombro de mi familia. Cada domingo me ponía en la terraza y la miraba desde la distancia, cada domingo se fue acercando un poco más, el día que mi madre vio cómo se subía en mi regazo no pudo más que dejar que la trajese a casa, Nuna se llamaba, estuvo muchos años con nosotros hasta que murió. Nunca le di importancia, nunca creí que esas cosas tuviesen nada de especial, que me aportasen algo, solo me pasaban… Ahora es cuando he empezado a ver con perspectiva y aceptar cómo soy. Me está costando muchísimo, tengo otra parte que me arrastra, una mucho más superficial que se asusta de lo que vayan a pensar de mí, esa parte que no me deja ser, la que no me deja mostrarme del todo y me impide llegar donde sea que tenga que llegar.

Al menos ahora tengo menos reparo, al menos ahora no me siento sola, al menos a veces soy a pesar de esa parte que no quiere que sea. Al menos cada vez hablo con más fuerza cuando muestro mi forma de ver el mundo.

No, no me gusta ir de personaje, de bruja que adivina el futuro y puede obrar milagros, no me gusta hablar de energías como si fuese una súper entendida, no me gusta llamar la atención, imponer o ir de sabia, odio los alardes, quizá aquí no lo parezca porque en mis escritos es donde mas hablo de todo esto, pero en mi día a día apuesto por la discreción, por ir en silencio por los sitios aprendiendo, absorbiendo y sintiendo. No me gusta hacer cursos o leer libros así porque sí, creo que la sabiduría está en todos nosotros y lo mejor es conocernos y profundizar en lo que nuestra voz interior nos dice. Normalmente los libros me llegan después de haber sacado algo de mí, es la única forma de estar segura de que eso es cierto y no estoy sugestionada. Una vez tuve una especie de visión en una meditación en la que nos veía a mi marido y a mí como dos almas pactando el tipo de relación que tendríamos y por qué. Creí que estaba loca, pero fue una explosión dentro de mí, al poco tiempo cayó en mis manos un libro en el que un hombre tuvo una visión parecida por la que llevó a cabo una investigación sobre los pactos prenatales. Aclaro que yo jamás había oído hablar de nada similar. El que me lee puede creerme o no, puede pensar que eso no existe, pero yo lo vi y lo sentí, nadie puede quitarme mi verdad. Por eso creo en el crecimiento y descubrimiento propios.

Bruja, es una palabra muy muy estereotipada, muy castigada, muy llena de recelos, muy estigmatizada, muy violada. Yo creo en las brujas, pero en las de verdad, en las que si necesitas ayuda te encenderán una humilde vela, no porque sea una vela mágica, sino porque saben que el momento de encenderla pensando en alguien focaliza la energía, esas que si no tienen una a mano simplemente se imaginan cómo esa luz llega a quién lo necesita. Creo en las brujas que te hacen una sopa caliente con todo el amor del mundo convirtiéndolo así en un brebaje curativo, creo en las brujas que dan sonrisas a niñas desconocidas con cara de miedo para hacerlas sentir a salvo. Creo en las brujas que confían en la vida, que dejan que esta pase a través de ellas y se materialice de la forma que sea.

En definitiva, hay muchas formas de hacer magia, muchas forma de ser bruja y yo... ¿Cómo vivo todo esto? Pues como buenamente puedo, ahora mismo como una batalla por dejarme ser en libertad.

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