Espontánea

   

Si en vez de leerme prefieres escucharme:



 Yo nunca me he permitido ser espontánea, al menos, no del todo. Cada uno tiene su termómetro interno que determina los grados en los que es o no es algo. Puede que aparentemente sea más o menos espontánea que otras personas, pero finalmente lo único que importa es cómo te sientes. Cómo está tu termómetro interno.

    Yo un día me di cuenta de que quería, no, necesitaba ser más espontánea. No era algo que me hubiese planteado nunca pero me metí en la ducha y allí estaba esa certeza.

    Recapitulé sobre mi vida. Me vi de niña siendo tan empática de forma natural que podía percibir a la perfección que esperaban los demás de mí. No era un problema de ellos, no importa si mis padres lo dijeran de forma evidente, no importa si ellos ya sabían que no podían exigirme. Nada escapaba a mi percepción y yo sabía qué comportamientos los harían felices y, en mi lealtad hacia ellos y hacia las personas de mi entorno, me comportaba respondiendo a ello. Fue aquí donde nació mi sensación de que había dos “Yo”, una que podía mostrar y que respondía a todo tipo de patrones sociales, y otra “monstruosa” que no podía dejar salir. También nació la sensación de que era una mentirosa, un fraude. Escuchaba las cosas buenas que decían de mí y mi conclusión es que no sabían nada de mí, que si conociesen todo lo que había en mi interior no dirían esas cosas.

    Mi suerte es que siempre escuché alto y claro mi intuición, que me fue llevando a momentos de autenticidad en los que sólo valía ser espontánea. No fue algo consciente, simplemente fui tomando las decisiones adecuadas y, sin saberlo, fui abriéndole camino a mi Yo más espontáneo.

    Es cierto que ese ahora mismo se me queda corto, que ahora necesito mucho más. Necesito eliminar el control de lo que digo y hago, eliminar el miedo a hacer el ridículo o que las personas dejen de amarme si digo lo que me apetece en cada instante.

    Hay un concepto que descubrí gracias a Sergi Torres que me fascina: Llegamos completamente ignorantes a cada instante. Eso nos aterra, porque nos aterra abrirnos al momento de aprendizaje. Ese tan rabiosamente auténtico que puede hacernos sentir emociones que jamás elegiríamos vivir. Pero es que de eso se trata. Lo cierto es que si tratamos de evitar esos momentos estaremos tratando de evitar la vida. Estaremos pasando de puntillas, en vez de zambullirnos en la experiencia plena. Si digo una tontería y nadie se ríe, me sentiré ridícula y avergonzada, pero ese es mi momento de aprendizaje. El que necesitaba para mirarme a los ojos y ver mi verdad.

    Sí, quiero abrirme a la espontaneidad como un compromiso férreo con el instante. Quiero abrirme a experimentar esos momentos de aprendizaje que dice Sergi, confiada y tranquila de que podré asumirlos. Que sí, que llego completamente ignorante a cada momento, pero nunca sola. Algo me sostiene, algo que, conforme más espontáneos y auténticos somos, más se manifiesta. Qué ironía, nos pasamos la vida buscando la magia sin darnos cuenta que se encuentra en todo aquello que nos aterra, que solo hay que seguir el impulso que nos mueve, ese irracional y auténtico, que ese es el interruptor que enciende toda luz.

    Si miro atrás y hago balance, las cosas más hermosas, la conexión más fuerte y la inspiración... siempre ha nacido de ese “monstruo” que creí ser y que me esforcé tanto en esconder. Al final nuestro “monstruo” lo es solo por ser distinto a todo y a todos, pero es nuestra esencia, esa que lo inunda todo de nuestra fragancia. Y, a veces, también parece que lo salpica todo de barro, pero no importa. Es la belleza de lo auténtico manifestándose en nosotros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pertenencia vs necesidad de identidad

ME SIENTO BRUJA