Leyenda de la loba


Sweet but Psycho - Ava Max

   Había una vez una loba herida que un hombre encontró en un bosque, estaba tan débil que no tenía ya fuerzas para defenderse. Solo con una mirada el animal lo cautivó, lo trasladó a un sentimiento que jamás había experimentado, lo llevó al límite de la ternura, se derritió por la hembra y juró protegerla con su vida si hiciese falta. Introdujo las manos bajo la loba, la alzó y la llevó a su cabaña. Allí la cuidó con ungüentos y pociones que conocía, dejó que el fuego la calentara sin darse cuenta de que cada segundo que pasaba cerca de ella se iba atando un poco más al animal… Las noches fueron pasando, estaba tan entregado que apenas comía. Qué locura lo estaba poseyendo, ya no era solo amor, la deseaba, acariciaba su pelo grisáceo deseando que fuera carne humana, tanto llegó a necesitarla que corrió en busca de una vieja bruja: “Házmela humana, házmela mujer, quiero ver su ternura hecha carne, quiero acariciarla y que me devuelva las caricias, te lo suplico anciana, la necesito”. La bruja lo miró seria, aquel hombre no sabía lo que pedía, quería la fuerza de la naturaleza, deseaba atrapar un poder que no comprendía en un cuerpo humano, deseaba el calor de una mujer, pero aquella loba nunca podría serlo… La bruja lo miró seria pero no le dijo nada, calló y pronunció unas palabras en un idioma antiguo y extraño, uno que haría siglos no se pronunciaba. “Ve a casa, tu loba te espera”.

   Abrió lentamente la puerta de la cabaña, entre mantas una mujercita menuda observaba la leña arder. Lo miró, él vio la dulzura que percibió la primera vez pero algo, un brillo distinto, cruzó su rostro y aquella ternura se convirtió en una mirada salvaje. Lentamente se puso en pie y dejó caer las mantas dejando su cuerpo completamente desnudo. Paso a paso se dirigió a su hombre que no podía hacer otra cosa que quedarse paralizado ante la maravilla que tenía delante, el deseo lo consumía, por fin podría penetrar la dulzura de su loba. Las mantas acabaron echas girones ante la pasión de los amantes, él no podía dejar de apretar la carne tierna de la chica, no podía dejar de mirar sus ojos que cambiaban pasando de la más pura inocencia a la más salvaje profundidad. “Eres mía, siempre serás mía” ella, sobre sus caderas lo miró fríamente y esbozó una leve sonrisa que lo desconcertó: “Yo soy del bosque, de la magia y la luna”. Y mientras contorneaba las caderas para llevarlo al orgasmo comenzó a devorarlo. La sangre salpicaba las paredes de madera, el hombre sabía que su fin llegaba pero no podía parar de gemir, era una locura que lo llevaba al límite del placer más puro. Estaba siendo víctima de la naturaleza, era la pena que debía cumplir por intentar tomar el control de algo tan incontrolable como era su loba. Y allí quedó destrozado y feliz.

   ¿Y la loba? La loba salió de la cabaña relamiéndose la sangre, comenzó a vagar por el mundo eterna y misteriosa, de tiempo en tiempo, de edad en edad, siempre hermosa y aparentemente frágil… ¿Cuántos hombres devoró antes de llegar a ti? ¿A cuántos volvió locos de pasión y deseo hasta el punto de no importarles acabar descarnados? La viste, creíste en su mirada inocente, esa que te hizo pensar que podrías poseerla. Y ahora ves que es loca e intensa, que tiene dentro fuerzas incontrolables, que tienes suerte pues ante ti se rindió un poco y aún te mantiene con vida. Pero ándate con cuidado, tú intentabas y buscabas el equilibrio pero ella ha devorado tus creencias, ella ha nublado tu férrea razón, ha devorado tu fe en el conocimiento, en los números y las ciencias y te ves aullando a la luna llena mientras cabalga sobre tus caderas, te ver rompiéndote en mil pedazos ante su magia, te pillas rezando a todos los seres y entidades para que nunca se vaya de tu lado, te ves erigiendo altares para tu diosa ciego de amor y locura. No la sigas a la cueva, no dejes que te pierda en el bosque, te hará correr y gritar desnudo, te volverá tan loco como lo está ella… pero tú ya estás sordo, ya no puedes escuchar nada más que su llamada, no puedes dejar de perderte en la dulzura de su mirada, aunque te consuma, tú ya solo quieres correr tras ella, cazarla y dejar que te cace, sentir sus garras en tu piel, la presión de sus dientes en tu carne… tú solo quieres ser salvaje y animal con ella.

   Pero algo debes saber, es importante que lo asumas: jamás la sobrevivirás, te devorará ella o el tiempo, pero la loba seguirá vagando eterna por los tiempos mirando con dulzura a sus presas, devorando sus mundos, dejándose llevar por su naturaleza, esa que le grita que les arranque los músculos del hueso, que las libere de la carne para hacerlos comprender la cárcel a la que aquel primer hombre la condenó.

   Había una vez una loba herida en un bosque, estaba ya tan débil que no podía ni quería defenderse, había aceptado su suerte, quería formar parte del bosque, fundirse con la tierra en la que ahora descansaba. Qué dulce estaba siendo el final, qué ganas de flotar con el viento, agitar las hojas de los arboles, qué ganas de ser guardiana, de ser flora y fauna, de llenar troncos de musgo y sentir lo que era ser laguna fresca en la que beben las criaturas que lo habitan, qué ganas de ser espíritu de su amado bosque… Había una vez una loba herida que deseaba morir, trascender… 

Había una vez un hombre que confundió una mirada y condenó a una diosa a ser humana.

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